Yo soy un cristiano gnóstico, ¿o no?

30 junio, 2011 § 1 comentario

Cristo benedicente de Rafael, editado para eliminar las huellas de la pasión.

De tanto en tanto, suelo preguntarme de qué religión soy. Evidentemente, en contextos públicos, mi primera respuesta es dejar claro que no soy católico. Luego, agrego que soy ateo. Ya decir eso genera bastantes problemas y golpecitos en la espalda, de esos que se dan a los enfermos mentales. Es increíble cómo la gente piensa que el orden natural del mundo es el catolicismo y que fuera del marco de ese credo no puede haber nada bueno.

Indudablemente siento un profundo respeto por las personas que profesan una religión, ya sea católica o cualquier otra. Es un derecho humano fundamental la expresión libre de la fe. Mi gran conflicto es con ese enorme monstruo llamado Iglesia Católica Apostólica Romana. Mi desprecio por esa institución y sus dogmas es enorme, en principio porque diariamente viola los derechos humanos de millones de personas.

Por eso digo (1) no soy católico y (2) soy ateo, para terminar rápido con la controversia. Sin embargo, la verdadera respuesta es mucho más compleja y, lamentablemente, me genera pudor y también aburrimiento anticipado por la eventual reacción de la gente.

En mi perturbado imaginario personal, me digo: soy un cristiano gnóstico. Lo cual ya es, en sí misma, una falacia. La religión gnóstica (1) es un objeto arqueológico, ya no existe, fue eliminada, vía genocidio, en el tercer siglo de nuestra era, y (2) es un credo de una complejidad que, debo admitir, ignoro casi completamente. Por lo mismo, la expresión “soy un cristiano gnóstico” es una metáfora herética para reapropiarme del imaginario católico en el que fui criado y refundar mi fe personal.

Ya todo esto es bastante racional y la fe es un asunto de emociones. La emoción fundante de mi fe es Cristo, Jesús, Yeshua, posiblemente un rabí judío, que puso el mundo patas arriba al decir que el amor debe ser la base de todo vínculo humano. Su amor por las mujeres (tratadas como basura en el mundo judío del siglo I), las putas, los gentiles (es decir, los no-judíos), los cobradores de impuestos (funcionarios de Roma), los pescadores ignorantes y brutos, rompiendo con su propia religión y sus normas de limpieza, me dice, así como en un susurro, que puede existir un reino de este mundo, aquí y ahora, en que mujeres y hombres tengamos un espacio en igualdad, respeto y felicidad. Una utopía.

Bueno, me dirás que eso no es distinto de ser católico, que cualquier curita puede decir lo mismo en su homilía. El caso es que también creo en la divinidad de la esposa de Cristo, Mariamne (alias María Magdalena). Porque si para mí Yeshua es un hombre, el profeta de la biología del amor, para mí Mariamne es el principio femenino que da sentido al mundo. La diosa largamente olvidada. La que da y quita, la que ama y odia, la que danza para crear y destruir. Y ya con eso, es difícil sostener que soy católico.

Y porque la muerte y supuesta resurrección de Cristo me dan lo mismo. Porque el catolicismo creado por San Pablo es una traición al mismo Cristo. Porque el Vaticano se convirtió en el Templo de Jerusalén contra el que se estrelló Yeshua. Porque las campanas del Vaticano deberían replicar cada año con el matrimonio sagrado de Cristo y Mariamne. Porque el cristianismo debe recuperar su elemento femenino y sensual. Y ya que, en algunos puntos, lo que creo se parece a los “buenos hombres y buenas mujeres” que recorrían Europa hace dos milenios atrás para cantar la buena nueva, me digo, muy secretamente, “soy un cristiano gnóstico”.

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§ Una respuesta a Yo soy un cristiano gnóstico, ¿o no?

  • Dirk dice:

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